El ya no
está, y esto es una mierda. Una mierda que me recuerda que todo terminó en el
peor momento. Yo tenía el cielo en las manos, cogido como si no hubiera mañana,
y no pensaba soltarlo por nada del mundo. Yo tenía su vida, sus besos, su
aroma, yo lo tenía y ya no lo tengo. Ojalá supiera cuanto lo recuerdo, cuanto
lo quiero, cuanto le di. El amor sano no se siente hasta que lo amado no se
pierde entre las sombras, hasta que no se siente la ausencia entre los dedos,
el amor sano, nace cuando el amor ya no se tiene. Ojalá sepa que lo quise, que
lo quiero. Como a nadie y como nunca. No me arrepentiré jamás de todo lo que le
di, de cuanto le admiré, y de qué manera lo adoraba. Él lo recordará con el
mismo brillo en los ojos que yo, con la misma ternura, desde cualquier lugar. A
veces me quedaba mirándolo dormir y no podía ser más feliz. Me perdí millones
de veces en la curva de su sonrisa, en el hueco de sus manos, y me dejé llevar
por el tono de su voz y el calor de sus labios cuando despertaba a mi lado. El
hacía que tuviese un día perfecto solo por el hecho de despertar conmigo. Ni
siquiera le costaba trabajo, ni esfuerzo, solo existiendo me hacía feliz.